Dicen que el amor es ciego.
Ciego de quien amas. Ciego de como eres por quien amas. Ciego de como es contigo quien amas.
Pero peor aun, ciego de quienes te rodean.
Hoy casualmente me ocurrió un evento melancólicamente gracioso, que me hizo ver un poco la realidad que aunque empezaba a percibir, mi ilusión negaba.
Es increíble como un instante de vergüenza te hace percibir las cosas.
Arrepentirse es de tontos, lerdos, inmaduros... Siempre lo dije.
Podrá serlo, pero saber que lo es no me salva de cometerlo.
Sino, al contrario, me suma más cargos a la hora del juicio.
Hoy fue uno de esos días que bueno... Prometen ser eso, un día más.
Es como que todo el universo hizo complot para que la situación fuese notoria si o si.
Al despertar, estaba algo afónica y con una fiebre que debo decir, solo ha empeorado.
De por si, desde dos días antes, he tenido el aire en la cabeza y la sangre en los pómulos, para así decirlo. En pocas palabras, he estado tan roja como un tomate fresco.
Tanto así, que todos mis conocidos notaron al momento y tuve que mentir diciendo que había ido a la playa.
De por sí, todos creían el llanto había sido fuente en mis ojos, dado que por más que intentaba no podía secarles.
Pero debo admitir, es lindo cuando te das cuenta de que existen personas que te quieren lo suficiente como para saber cuando tu corazón llora aunque tus labios sonríen.
El como descubren tu alma en tu voz quebrada, disimulada en una falsa gripe.
Pero de falsa no tanto, pues de tanto decirle, hoy vino la tortuosa a saludar.
En fin, debo admitir que hoy me encontraba bastante entusiasmada. Creía que quizás las cosas irían bien. No se porque, como una ilusa niña tonta, desde que me desperté, supuse que mi amado aparecería de la nada, como acto de paz, considerando mis esfuerzos.
Supongo que de ahí el dicho, la mujer fue hecha para ser hermosa y el hombre para dar rosa.
Intentar lo contrario termina por lastimar, mas igualmente aunque le reconozca, no puedo evitarlo.
Es una patética fantasía que se va desplomando pieza tras pieza.
Sería irónico descubrir que en el momento en que la última pieza se halla desplomado, es que el valiente caballero habrá recapacitado y de pronto se le ocurrirá intentar poner el cemento para que no caiga y construir a su lado.
Normalmente la gente descubre lo valioso cuando ya no se le tiene.
Hablando de eso, casualmente hoy vi un vídeo de dos novios.
El chico estaba harto de ella, mientras que la niña le buscaba ofreciendo ideas.
Por supuesto, sintiéndose triste y a veces sin saber como expresarse.
El le daba más interés a sus cosas y le decía a ella que porque no daba interés a lo suyo porque el estaba ocupado.
Respondía mensajes cortos, desinteresados y como cansados de ella.
Tardaba minutos, horas.
Se desaparecía sin razón.
Ella decidió hacerle caso y empezó en lo suyo, como él.
Poco a poco, fue perdiendo la necesidad de hablarle, empezó a darse cuenta de la falta de interés y con el tiempo, el se dió cuenta de lo que estaba sucediendo.
Y fue interesándose mas y mas, como ella hizo en el pasado.
Pero, grande fue su sorpresa al ver, así como el, ahora ella estaba ocupada.
Había descubierto como podía estar bien sin el y el como existían personas que mostraban por ella el interés que ella solía dar.
Y fue así, como con el tiempo ella fue dejando de responder a los minutos, horas.. Hasta que no lo hizo más.
Bueno, en fin, esta no es la historia que venía a traerles.
Esa es la historia de una damita y un aquel.
Permite recordar algo muy importante. El hombre puede desilusionarse pero volverse a enamorar o reconocer que es tarde, lamentar luego la perdida toda la vida.
La mujer, aunque puede llegar a sentir esto, normalmente tiene una diferencia. Y esta es que en el momento en que pierde la ilusión en el hombre que ama y ya no hay admiración, ya no siente que hay un interés real o se siente menospreciada o desvalorada. Que no dan importancia a lo de ellas, como ellas dan, no importa si luego cambias de corazón y de por vida. Es poco probable que decida volverse a ilusionar como antes.
Hay sus excepciones, pero pocas son y siempre es porque algo quedaba en el corazón.
Pero en casos como el dicho, darte cuenta de tu error cuando ya es tarde y se perdió la fe, no lo vale.
Volviendo a mi epopeya...
Sabiendo la hora y emocionada desde que me levante, tenía la corazonada de como un algo que me decía que quizás hoy pasaría algo lindo, quizás hoy recibiría una sorpresa de mi amado, una señal.
Patético, lo se.
El que espera tiende a decepcionarse, el que no, a sorprenderse.
Pero el que espero y se decepcionó, solo cierra los ojos y se va.
Me encontraba cocinando muy contenta, oyendo esa linda canción que dice lo que quieres en la vida con aquella que amas, pensando casualmente en que desearía probaras eso que estoy preparando, hecho pensando en ti.
Estaba hecha un desastre así que una parte de mi rogaba, si llegaba a verte, fuera luego de que me diese tiempo de arreglarme.
Cuando en eso suena el timbre.
Entre en mis cabales y razone. Es imposible que se le ocurriera hacer algo así. Ya esa persona no existe, no conmigo al menos. Quizás algún día vuelva a existir. Ya convencida de que era mi vecina o incluso un espíritu burlón intentando que mi reacción fuese como fuese, no pensé ni en arreglarme.
Salí a asomarme, cuando en eso veo aquellos zapatos que reconocería donde fuera. ¿Podría ser posible... Que fuese él?
Emocionada corrí a la puerta, sin pensar en mirar antes siquiera.
Y como un cálido recibimiento le salude con ese apodo que entendemos.Ni un animal ni otro, algo ni siquiera real.
Como si fuera poco salte a sus brazos, a punto de besarle. Cuando se me ocurrió mirar antes de actuar.
Casi a unísono, mi visitante inesperado me dice entre risas "espera, ¡pero que bienvenida! creo que no era para mí"
He quedado hecha piedra.
Sentí como un escalofrío me recorría la espalda.
Lo peor, no había percatado aún la pena sino el fallo en mi corazón.
No era él. ¿Cómo se me había ocurrido semejante idea estúpida?
Como no había notado las señales en el pasado que me indicaban el que algo estaba pasando.
Era obvio.
Ni aunque fuese me había escrito ni menos llamado. De esto último ni hablar, que no se daba hace siglos. Probable mi voz fuese su tormento.
Y como un cristal roto resonaron las palabras de mi visitante.
"Estás muy bonita"
Y como si nada, seguía buscando conversación. Que olía bien la cocina, que venía a realizar el recado de la vecindad acordado el día anterior, que le había gustado verme en la reunión (ni había notado que el había estado), que como estaba mi familia, que si necesitaba ayuda para pintar o en algo de la casa le dijera, que si necesitaba ayuda en la universidad el me ayudaba así tuviera el que estudiar primero, que si podía pasar, cuando me pregunto, "¿Estás bien?"
Yo me había quedado congelada. Sentía que era demasiado para mi mente y mi corazón.
Porque me preguntaba eso.
¿La gripe? ¿Mi silencio? ¿Lo desaliñada? ¿La vergüenza vivida? O de seguro todo junto.
Nunca, en tres años de mi vida, me había detenido a pensar en alguien más. Nadie me había parecido lindo ni quedado en mi mente. Hasta los artistas que antes me parecían atractivos me daban igual.
Por primera vez me percate de como era, aunque le había visto varias veces.
Me sentía apenada por mi estado, aunque ya me había visto así.
No habíamos intercambiado palabras hace tiempo ya. No verdaderas palabras.
Aunque aquí mas que un intercambio el hablaba y yo miraba, callada.
Aun así, en mi mente solo pensaba en mi amado y en la tristeza que me invadía.
Temía llorar. Hace años había jurado no llorar y de dos años para acá había roto esa promesa un millón de veces, hasta que últimamente aprendí a volver a llorar sin lágrimas.
Dije estar bien, que era solo gripe. Y acabo por despedirse.
Cerré la puerta y no pude moverme. No tenía nadie con quien hablar, ni quería hacerlo. Ya no habían palabras, solo sentimientos.
Rompí en llanto, creyendo estar sola.
Cuando noté, por debajo del portón una hoja.
"No llores, todo estará bien".
Fue un consuelo sin explicación para mi alma.
Decidí volver a lo mío y no pensar ni en la carta ni en la vergüenza ni menos aún, en el vacío que quedó en ese espacio donde antes estuvo la ilusión y luego la tristeza. Hasta que paso a decepción y de pronto, ésta también se fue y se convirtió en nada.
Y con cada nota de la música, mi corazón se fue animando, hasta que solo me concentré en cocinar, bailar y ser feliz.