Ya van tantas veces que el golpe cae que llega un momento en que no lo sientes.
Quizás te acostumbras.
Quizás te anestesias.
Quizás el dolor te endroga y te manda a volar.
Cuando te conocí fluías en la fila, pero nuestras mentes surcaban los aires cual mariposas.
Con el tiempo, llego aquel beso travieso. Un primer beso escondido. Incapaz de llamarse ligero, sino mas bien un elixir de ilusión.
La ignorancia es el peor enemigo, y por pequeña ilusa e ignorante confundí harapos con finas sedas.
Una verdad construida en mentiras jamás será una verdad. Mentiste. Mentí. Y con ello, nuestro amor también se convirtió en una falsedad.
O quizás, tu mentira fue cayendo. Dejando atrás máscara tras máscara.
Aún así hice oído sordo. Y no me percaté de los zumbidos que escondían un susurro revelador de aquellos que conocían el temple de tu armamento.
No me rindo, pues se cualquiera es bueno. Así como también cualquiera es malo.
Pero con el tiempo del fluir del río que eramos, no nacieron mariposas. No nadaron peces. No reflejo la luz el sol ni la luna hizo resplandor.
Con el tiempo, descubrimos que eramos semillas de junco movidas por el viento. Y que aquel río era mas bien un oscuro pantano, custodiado por los ogros de nuestros miedos, nuestros secretos, nuestro pasado. Que era acechado por nuestros demonios.
Mas fue inaudito el chillido de la tormenta que roza nuestras quebradizas hojas.
Y así se hizo el arrebato de aquel sentimiento en el alma. Aquel que creía haber recuperado. Esa chispa que me hacía perseverar por nuestro amor.
Pero no era chispa, sino aguja. Y como aguja cayo al pantano.
Dime, acaso serás las sedas la armadura del guerrero?
Acaso te despojarás de aquellos prejuicios impertinentes y devolverás la aguja.
Romperás el hechizo de la tristeza y la muerta ilusión?
Volverá a ser la aguja una chispa?
El pantano un río?
El amor, sincero?
Sino dime, siendo juncos. Acaso no te arrancará el viento y me ahogaré en el pantano?
Sabiendo de por si, que en este dolor y esta prisión el amor no será honorario.
Ni habrá recompensa por la perseverancia.
Ni serán reconocidos los esfuerzos de la mariposa en sanar la ala rota.
Ni de las aguas al querer reflejar la luna.
Pues la aguja se profundizará en el tempestuoso lodo de éstas aguas.
El pantano se volverá suelo y terminará por enterrar nuestro amor.
Las sedas se volverán aguijones escarlata, de tanto traspasar mi corazón.
Y al final, aquel niño de brillantes ojos y aquella niña llena de ilusión. Se esfumarán con el viento hasta el horizonte. Para jamás volverse a ver y estremecerse al escuchar pronunciar el nombre de aquel pantano que fue río alguna ves.
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